Oxido
Análisis Curatorial
La obra "Óxido" se presenta como una meditación visual sobre el paso del tiempo y la transformación inevitable de la materia. A través de una superficie rica en texturas y una paleta cromática que oscila entre los ocres, los marrones profundos y los tonos rojizos, la pieza parece capturar un momento detenido en el proceso de descomposición y renovación. El título, "Óxido", funciona como una clave interpretativa directa, pero al mismo tiempo deja abierta la posibilidad de comprender esta transformación no solo desde una perspectiva material, sino también simbólica y emocional.
El lienzo parece ser una superficie testigo del tiempo. Las manchas dispersas, las irregularidades en la textura y los sutiles juegos de luz y sombra evocan la apariencia de una superficie metálica corroída, una piel que ha sido expuesta a los elementos y que ahora lleva consigo las huellas de esa interacción. Esta degradación, sin embargo, no transmite fragilidad ni abandono; por el contrario, hay una poderosa sensación de resistencia y permanencia en esta pátina visual, como si el proceso de oxidación fuera también un acto de creación.
La distribución del color en la obra revela un equilibrio entre la espontaneidad y el control. Las zonas más oscuras, casi carbonizadas, contrastan con áreas más luminosas donde los tonos dorados y cobrizos parecen brillar con una intensidad particular. Este contraste no solo aporta dinamismo a la composición, sino que también sugiere una narrativa de lucha entre la luz y la sombra, entre la preservación y el desgaste. La superficie, con su riqueza táctil, invita al espectador a acercarse, a descifrar las capas de material acumulado y a perderse en los detalles que parecen emerger cuanto más tiempo se dedica a observar.
"Óxido" no es solo un comentario sobre la decadencia material, sino también sobre la belleza que surge de ella. El óxido, tradicionalmente asociado con el deterioro y la pérdida de funcionalidad, aquí es elevado a una categoría estética y casi poética. La obra nos habla del valor del tiempo como agente escultor, de la inevitabilidad de los ciclos de transformación y de la belleza inesperada que surge de lo que, en otras circunstancias, podría ser visto como ruina.
El carácter abstracto de la obra permite que el espectador proyecte en ella sus propias asociaciones y significados. Puede interpretarse como un paisaje desgastado, una superficie lunar, una piel erosionada o incluso un reflejo de estados emocionales internos. Esta apertura interpretativa es uno de los mayores logros de la pieza, ya que no impone una narrativa única, sino que ofrece un espacio para la contemplación libre y subjetiva.
Finalmente, "Óxido" nos recuerda que toda transformación, incluso aquellas que implican desgaste y pérdida, lleva consigo un potencial de creación y renovación. La artista ha logrado capturar no solo la apariencia del óxido, sino su esencia: un proceso continuo y silencioso donde lo antiguo se convierte en algo nuevo, donde el tiempo no es un enemigo, sino un colaborador en la creación de una belleza inesperada y profundamente conmovedora. La obra no es un final, sino un punto intermedio en un ciclo eterno, un testimonio visual de la vida que persiste incluso en la aparente decadencia.