Bruma Cálida
Análisis Curatorial
"Bruma Cálida" se inscribe en la abstracción contemporánea con una sensibilidad pictórica que dialoga con la tradición del expresionismo abstracto, pero también con una noción más intuitiva y evocadora del paisaje. La artista, impregna su enfoque y su tratamiento de la materia, trabajando con una riqueza de texturas y veladuras que hacen de la superficie un territorio de exploración sensorial. Aquí, la pintura no se limita a ser una imagen, sino que se convierte en una experiencia en sí misma, en un espacio donde la luz, el color y la memoria se entrelazan para generar una atmósfera casi intangible.
Desde una perspectiva formal, la obra se despliega como un campo vibrante de color en el que predominan las tonalidades cálidas de los ocres, naranjas y sienas, equilibradas por verdes apagados y matices turquesa que sugieren una bruma difusa. Este juego cromático, en el que los tonos se funden y se desvanecen unos en otros, genera un efecto de profundidad etérea, como si el espectador estuviera ante un paisaje en transformación, captado en el instante preciso en que la luz se filtra entre capas de aire y humedad.
La artista parece trabajar la pintura desde una aproximación gestual pero controlada, donde cada trazo y cada acumulación de pigmento obedecen a un ritmo interno. La superficie revela un diálogo entre la espontaneidad del gesto y la minuciosa construcción de transparencias, logradas mediante capas superpuestas y veladuras que confieren una cualidad táctil a la obra. La textura emerge como un elemento central, evocando materiales desgastados por el paso del tiempo, como muros erosionados, paisajes desdibujados por la neblina o reflejos en el agua. Este tratamiento de la superficie remite a una noción de lo orgánico, de lo que se transforma y se descompone en el transcurso de los ciclos naturales.
A nivel conceptual, "Bruma Cálida" es un testimonio de la fugacidad y la temporalidad. La imagen parece oscilar entre la aparición y la desaparición, como si estuviera en un estado de constante cambio. La artista, a través de este lenguaje pictórico, nos invita a reflexionar sobre la naturaleza efímera de la percepción y la memoria. No hay figuras reconocibles, ni puntos de anclaje que nos permitan situarnos en un lugar preciso; en cambio, hay una apertura hacia lo indefinido, hacia lo inasible.
En esta obra resuenan ecos de la pintura de Mark Rothko en la manera en que el color parece expandirse y vibrar en la superficie, así como influencias de artistas contemporáneas que han trabajado la abstracción desde una perspectiva más sensorial y matérico-emocional, como Pat Steir o Marcia Hafif. Sin embargo, la artista imprime una voz propia en su tratamiento de la materia y en la manera en que equilibra la intensidad cromática con una sutileza atmosférica que la aleja del dramatismo para situarla en un territorio de contemplación serena.
"Bruma Cálida" es, en última instancia, una obra que no se impone con estridencia, sino que seduce con su misterio, con su capacidad de sugerir sin definir, de evocar sin nombrar. En su cualidad envolvente y etérea, nos enfrenta a la belleza de lo transitorio y nos recuerda que, en el arte y en la vida, lo más poderoso muchas veces no es lo que se muestra con claridad, sino aquello que se intuye en la penumbra de la bruma.